Deseamos un hijo porque creemos en la promesa de Dios de bendecirnos con la alegría de una nueva vida. Como dice en Salmo 127:3, ‘Los hijos son una herencia del Señor, los frutos del vientre son una recompensa.’ Anhelamos criar a nuestro hijo en el camino del Señor y ver Su amor reflejado en la bendición de una familia.
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