Querida familia en Cristo,
Hoy nos reunimos para recordar y celebrar la esencia misma de nuestra fe: Jesucristo, quien es el evangelio encarnado. En un mundo lleno de mensajes y promesas, donde a menudo buscamos seguridad y significado en cosas temporales, es crucial recordar que el corazón de nuestro mensaje, la buena noticia que proclamamos, se encuentra en una persona: Jesús.
Jesús, el evangelio viviente:
En la vida de Jesucristo vemos el mensaje del Evangelio personificado. Su nacimiento, su ministerio terrenal, su sacrificio en la cruz y su resurrección nos muestran el amor redentor y la gracia transformadora de Dios. En cada palabra que pronunció, en cada acto de compasión y en cada encuentro con aquellos quebrantados y necesitados, Jesús reveló el corazón mismo de Dios y el plan de salvación para la humanidad.
La centralidad de Jesús:
En nuestras vidas y en nuestra iglesia, debemos recordar constantemente que Jesús es el centro de todo. No se trata simplemente de seguir un conjunto de reglas o adherirse a una doctrina abstracta, sino de una relación viva y personal con el Hijo de Dios. Él es nuestra fuente de vida, nuestra esperanza y nuestro ejemplo a seguir. En cada aspecto de nuestro ser y en cada área de nuestro ministerio, debemos buscar exaltar a Jesucristo y hacer su nombre conocido.
Llamados a ser portadores del Evangelio:
Como comunidad de fe, tenemos el privilegio y la responsabilidad de compartir esta buena noticia con el mundo que nos rodea. Nuestra tarea es proclamar con valentía y amor el mensaje de salvación que se encuentra en Jesús. No solo con palabras, sino también con nuestras vidas, siendo testigos vivientes del poder transformador de Cristo en nosotros. Que nuestras acciones reflejen siempre la gracia y el amor de aquel que es el Evangelio mismo.
Oración: Padre celestial, Te agradecemos por enviar a tu Hijo, Jesucristo, como la encarnación misma del Evangelio. Ayúdanos a mantener siempre nuestros ojos puestos en él, reconociendo su centralidad en nuestras vidas y en nuestra iglesia. Permítenos ser portadores fieles de esta buena noticia, compartiendo tu amor y tu gracia con un mundo que tanto lo necesita. Que en todo lo que hagamos, glorifiquemos el nombre de Jesús. En su precioso nombre oramos, Amén.